Isabel Rosado Morales

Sus ojos resplandecían mientras su voz crecía en intensidad y rapidez mezclando el español y el inglés.

Nacionalista por largos años, ahora en sus ochentas, nos contaba cómo la policía militar la había entrampado mientras participaba en un acto de protesta en las playas de Vieques en 1979 en repudio a la marina de los Estados Unidos.

Cuatro agentes militares, entre ellos una mujer, la maniataron y la tiraron en la arena. La oficial se sentó sobre sus espaldas mientras con un revólver apuntaba a sus costillas. Luego de torturarla, la levantaron de la arena y le quitaron las esposas.

La llevaron al cuartel de la policía en el pueblo y contaron una mentira de que era una vieja borracha que encontraron arrastrándose en la arena.

Doña Isabel, como afectuosamente la llaman, era maestra rural cuando por radio oyó de la masacre un domingo de Ramos en Ponce en marzo, 1937 cuando una manifestación de la juventud nacionalista se disponía a marchar hacia la iglesia donde hablarían sobre la abolición de la esclavitud y exigirían la excarcelación de don Pedro Albizu Campos y los demás presos políticos.

El General Blanton Winship, gobernador militar colonial de Puerto Rico ordenó que se impidiera el paso con la fuerza de sus armas. Hubo más de veintiún muertos y cerca de 200 personas heridas.

Fue tal la conmoción de la maestra que desde entonces fue una fervorosa seguidora de Albizu Campos, apóstol de la independencia de los pueblos subyugados.

Aunque Isabel no tomó parte en la revolución de octubre de 1950, el gobierno colonialista la involucró y desde sus oficinas, donde esta vez trabajaba en trabajo social escolar, la condujeron a la cárcel. Allí cumplió una condena de quince meses. Fue destituida como empleada pública y sus derechos fueron cancelados.

Logró seguir como maestra en un colegio privado. Fue de poca duración. En Marzo, 1954, cuatro nacionalistas atacaron el Congreso de Estados Unidos, exigiendo la libertad de las encarcelados y la independencia de Puerto Rico.

Furioso, el imperio de EEUU ordenó que se encarcelara cuanto independentista nacionalista hubiese fuera del presidio.

Y en la madrugada del 6 de marzo de 1954 volvieron a cargar con doña Isabel para la cárcel. Esta vez le impusieron una sentencia de diecisiete años. Con un recurso de Habeas Corpus que por derecho propio ella misma radicó, logró quedar libre a los once años.

Al quedar libre de cargos en 1965, doña Isabel empezó a coser y a tejer para su manutención y para seguir laborando por la libertad de los pueblos.

Ella es una de nuestras más consecuentes amistades. Caminando junto a ella nos encontrábamos con gente que nos detenían para saludar a la vieja amiga. En una ocasión, estando en el despacho de un abogado, se hizo arreglo para hablar por la radio. Allá nos fuimos en donde se escuchó mi respaldo a la causa justa y necesaria de la independencia para Puerto Rico.

Doña Isabel está poco tiempo en la casa. Si no está en el funeral de algún colega en Mayagüez, está llevando flores a algún enfermo. O en algún viaje en Cuba o en Santo Domingo, o en los EEUU visitando a prisioneros políticos o prisioneros de guerra.

Estando en la Iglesia Episcopal del Pueblo en Yauco rogamos a "Dios Padre que por amor a su pueblo susciten entre nosotros profetas para nuestra esperanza."

Entre los nombres de Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos, Pedro Albizu Campos, y otros, está el de Isabel Rosado, todos profetas que buscan llevar a Puerto Rico a la Independencia fuera del "imperialismo norteamericano y de cualquier otro imperio. Así podemos construir una nueva sociedad, una nueva humanidad donde no exista la opresión de hermano contra hermano. Uno para todos."

[Traducción por Isabel Rosado]