Isolina Rondón
Desde la puerta de su casa en la Calle Brumbaugh, cerca de
la Universidad de
Puerto Rico, Isolina Rondón observó con horror
cómo la
policía disparaba a un auto en el que viajaban cuatro
Nacionalistas. "No
los dejen salir con vida," oyó ella que gritaba uno de los
policías.
Era el año de 1935, cuando los Nacionalistas estaban
siendo víctimas
de una recogida general de parte de la policía, en un intento
por
destruir el fervor patriótico que había provocado el Dr.
Pedro
Albizu Campos con sus discursos a favor de la independencia de Puerto
Rico. Su
respaldo a la huelga azucarera había provocado el temor de una
alianza
entre la clase trabajadora y el revolucionario Partido Nacionalista.
Muertos en la refriega, ahora conocida como "La Masacre de
Río
Piedras", resultaron: Ramón Pagán, Secretario del Partido
Nacionalista, Eduardo Rodríguez y Pedro Quiñones.
Dionisio
Pearson fue herido y luego murió.
Isolina testificó en corte, sin embargo, que no hubo
acción
contra la policía. Ese mismo año don Pedro fue arrestado
y
enviado a la penitenciaría Federal de Atlanta.
Fue poco menos que un milagro el que Isolina hubiera
escapado de ser
arrestada, pese a que su residencia fue registrada en tres ocasiones.
En su niñez,
Isolina había sido influenciada por un primo independentista que
era
miembro del Partido Unionista, el predecesor del Partido Nacionalista.
Su padre
había muerto cuando Isolina era muy niña aún. Con
su madre
recibiendo una escasa paga por sus servicios como ama de llaves, se le
hizo
necesario a Isolina tener que ayudar en el sostenimiento del hogar. Por
ello,
al graduarse de la escuela superior, comenzó a estudiar en una
escuela
secretarial.
Fue entonces cuando ella cayó bajo la influencia
magnética de
don Pedro. Junto con otros devotos, ella comenzó a visitarle
diariamente
a la residencia de éste en Río Piedras, absorbiendo todo
cuanto
podía del vasto caudal de sabiduría y conocimiento del
prócer.
Luego vino el día en que don Pedro le pidió
que tomara notas
en un mitin nacionalista. Eventualmente, se convirtió en su
secretaria
personal. Yo la conocí en una de sus visitas a don Pedro al
Hospital
Columbus. Por algún tiempo me estuvo escribiendo y me mantuvo
informada
de todos los eventos que se sucedían alrededor de don Pedro. Se
mantuvo
fiel al Partido Nacionalista a través de los turbulentos
años de
persecución, acosamiento, encarcelación y asesinatos, y
continuó
sirviendo como Secretaria del Partido hasta poco antes de su muerte.
Isolina no podía concebir otra solución que la
revolución
para librar a Puerto Rico de la dominación y explotación
de parte
de Estados Unidos. Mas reconocía la dificultad de obtener
suficiente
apoyo general de parte de la población, debido al temor de tener
que
pasar hambre, de que el comunismo se adueñara de la isla y por
encima de
ello les sobrecogía el miedo al poderío militar de los
Estados
Unidos y a la ya bien conocidas medidas represivas, desatadas contra
los
partidarios la independencia.
La rebelión de octubre del 1950 falló debido a
una preparación
apresurada e insuficiente, provocada por eventos externos, y nunca se
ha vuelto
a intentar una rebelión similar.
Isolina estaba convencida de que siete de cada ocho
puertorriqueños
están a favor de la independencia; sin embargo, tienen miedo de
expresarlo públicamente. Ella no compartía ese temor. Su
pequeño
apartamento, saturado de periódicos que ella había estado
monitoreando, estaba adornado con dos grandes óleos y un busto
de don
Pedro Albizu Campos. Unidas en una gran amistad, Isolina y yo nos
encontrabamos
ambas dirigidas por el Espíritu de nuestro gran Maestro.
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