Oscar Collazo
Sonaron tiros frente a la Casa Blair, residencia temporera
del Presidente
Truman. Era el año de 1950. Años antes Truman
había
ordenado el lanzamiento de bombas atómicas contra Hiroshima y
Nagasaki,
masacre de la cual nunca se arrepintió. Era un año de
gran fervor
patriótico y rebelión en Puerto Rico. Blanca Canales y su
pequeña
tropa habían declarado la República en Jayuya, como parte
de una
revuelta que envolvió casi todo el territorio de Puerto Rico.
Los
Nacionalistas habían atacado la residencia del gobernador
colonial en San
Juan. Ante su frustración y enojo por el dominio que
ejercían los
EEUU sobre Puerto Rico, Oscar Collazo y su compañero Grisello
Terresola
decidieron llevar a efecto una acción que hiciera fijar la
atención
del mundo sobre los sucesos que ocurrían en su país.
Después
de comprar dos boletos que los llevarían en un viaje sin regreso
hasta
Washington, D.C., decidieron como estrategia atacar la Casa Blair.
Torresola y
un guardia presidencial murieron en la refriega. Collazo fue herido en
el pecho
y cayó inconsciente al suelo. Tres guardias más
resultaron
herridos.
Por este acto de protesta, Collazo cumplió
veintinueve años en
prisión después de pasar por la experiencia de
agonía
frente a la silla eléctrica. Finalmente, impulsado por la
presión
nacional e internacional, el Presidente Truman habia accedido a
conmutar su
sentencia de muerte.
Nacido en Florida, actual municipio contiguo a Barceloneta,
Collazo perdió
a su padre a la edad de seis años. Criar quince niños era
tarea
imposible para su madre, por lo que Oscar pasó a vivir con su
hermana
mayor, comerciante de Jayuya, y miembro del Partido Unionista.
El Partido Unionista, supuesto defensor del independentismo,
jamás
llegó a ser un serio opositor del imperio, por lo cual Collazo y
los
otros miembros más radicales decidieron unirse al Partido
Nacionalista en
los años treinta cuando ya estaba bajo de la dirección
del Dr.
Pedro Albizu Campos.
Collazo tenía catorce años cuando
participó en su
primera actividad ilegal. Se unió a una demostración
estudiantil
que commenoraba el aniversario del gran poeta y patriota José de
Diego. Entre los oradores participantes se encontraba Juan Antonio
Corretjer, quien leyó
algunas de las poesías del homenajeado y pronunció un
discurso
patriótico.
Collazo oyó el primer discurso de Albizu Campos
durante otra
conmemoración del natalicio de José de Diego en el 1932.
En
aquella ocasión se discutía ante la legislatura de Puerto
Rico un
proyecto de ley que convertiría la bandera puertorriqueña
en un símbolo
del colonialismo, para ser izada junto a la bandera norteamericana.
"¿Qué
podemos hacer con esos traidores?" preguntó Albizu a su
concurrencia.
"¡Ahorcarlos! ¡Ahorcarlos!" gritó con
gusto la
muchedumbre enardecida. Armados de estacas, se dirigieron al Capitolio
con don
Pedro a la cabeza, haciendo que los seudopolíticos horrorizados
se
tiraran por las ventanas. El edificio estaba aún sin terminar y
los
pasamanos cedieron ante la pressión del gentío. Varias
personas
cayeron al primer piso. Manuel Rafael Suárez Díaz
murió más
tarde de las heridos recibidas y fue sepultado con honores como el
primer mártir
del Nacionalismo. Collazo vio en Albizu no sólo un gran
líder,
sino un hombre de acción.
Años más tarde, viviendo Collazo en la ciudad
de Nueva York,
tuvo la ocasión de estrechar su amistad con Albizu. Lo visitaba
con
frecuencia en el Hospital Columbus y bajo su influencia se
aumentó su
compromiso con el Partido Nacionalista. Fungió por un tiempo
como
secretario y más tarde como presidente de la junta de Nueva
York. Para
su subsistencia trabajaba en una fábrica de la ciudad como
bruñidor
de metales.
Llevar a efecto la acción ante la Casa Blair que
motivó su
encarcelamiento no fue una decisión fácil de tomar.
Había
que escoger entre su devoción a la familia y su amor a la
Patria. Dejó
atrás a su esposa Rosa y a tres hijas adolescentes al ingresar
en la
prisión de Leavenworth en el estado de Kansas. Allí
dedicó
la mayor parte de su condena a trabajar en la industría de la
prisión,
leer y estudiar idiomas. En sus ratos de ocio practicaba sus lecciones
de
guitarra. Estuvo activo en la defensa de un mejor trato a sus
compañeros
de infortunio. Su amor por la lectura le hizo sentirse defraudado
cuando la
biblioteca de 30,000 libros fue sustituida por aparatos de
televisión. Durante los primeros quince años de encierro
se limitó la lectura
de periódicos y revistas y su comunicación estuvo
limitada a los
parientes más cercanos y un abogado.
En Los Indómitos por Antonio Gil de Lamadrid
Navarro, libro
dedicado a los nacionalistas encarcelados en los EEUU, durante los
años
50: Collazo, Irvin Flores, Rafael Cancel Miranda y Andrés
Figueroa
Cordero, se hace un recuento de su salida de prisión y de la
forma en que
millares de sus compatriotas los recibieron a su llegada de regreso a
la patria. Al preguntársele si los 29 años de encierro lo
habían "ablandado"
contestó: "En primer lugar, a mi no me trajeron aqui para
ablandarme
sino para podrirme. Y, en segundo lugar, cuando usted lucha por la
independencia de su país, por la libertad de su patria, no hay
forma que
usted se ablande."
A su regreso a Puerto Rico creían ellos que su pueblo
los habría
olvidado, pero él, Rafael, Irvin y Lolita eran recibidos por una
enorme
multitud que mostraban su amor a ellos enarbolando lo que
parecía un mar
de banderas y pancartas. "La emoción fue tan grande,"
confesó
Oscar, "que trajo lágrimas a nuestros ojos."
Notó muchos cambios aparentes en Puerto Rico: anchas
avenidas, altos
edificios, carros modernos, muchos bancos y casas modernas, pero "nada
de
eso nos pertenese; son propiedades hipotecadas a los bancos y
financieras
norteamericanos."
Encontramos a Collazo en varias ocasiones, una de ellas
durante la
conmemoración de "La Masacre de Ponce". Fue entrevistado por
reporteros de la radio, en cuya ocasión expresó su
oposición
a las elecciones coloniales. No cree en la validez de elecciones
controladas
por un poder extranjero bajo la sombra de bases militares y armas
nucleares que
sólo prometen cambios en la estructura colonial sin tocar los
más
serios problemas del poder político y económico del
imperio. Hasta la fecha, Puerto Rico sigue siendo una colonia
disfrazada de "Estado
Libre Asociado", pero cuyos poderes dependen del Congreso de los EEUU.
Está
de acuerdo con las demandas de la resolución Dellums que
pondría
en poder del Pueblo de Puerto Rico todos los derechos que actualmente
usurpa el
congreso de los EEUU. Es su opinión que no podría
llegarse a una
decisión válida dentro del marco del colonialismo
represivo. Los
Nacionalistas apoyan el mandato Albizuista de boicotear el proceso
colonial
electorero.
Collazo ve claramente los resultados del control
imperialista norteamericano
sobre un 85% de la economía de Puerto Rico. Como no tienen los
medios de
regular las tarifas aduaneras y la competencia extranjera, las
industrias
puertorriqueñas tienen escasas probabilidades de sobrevivir.
Collazo cree en la posibilidad de la independencia, pero
admite que aún
tomará años. En cuanto a la estadidad, nunca la ha
considerado
como una alternativa seria, puesto que no está basada en ideales
políticos,
sino más bien usada como caballo de batalla en la
politiquería
colonial. Ellos sólo piensan en los beneficios varios, que
devengarían
de los EEUU.
Ve alguna esperanza en las resoluciones de las Naciones
Unidas en demanda de
la independencia para la isla y resiente el acoso contra los
independentistas. Ve el socialismo como la esperanza de la humanidad
futura, puesto que logrará
traer la igaldad y la verdadera democraciía al mundo.
Aclamado como un héroe nacional, Collazo se mantiene
firme en sus
convicciones, por lo cual sus compatriotas lo miran con grandes
simpatías. Al preguntársele cierta vez si estaría
dispuesto a dirigir un
mensaje de agradecimiento al Presidente Truman por haberle conmutado su
sentencia de muerte, contestó: "Cuando el último soldado
yanqui abandonara el territorio de Puerto Rico, gustosamente yo
escibiría
una carta de agradecimiento al Presidente de los Estados Unidos."
[Traducción por Oscar Collazo]
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