Roberto Resto
Piñero
Mientras las tropas a las que pertenecía Roberto
Resto arrasaban una
pequeña villa en Vietnam, destruyendo hogares y echando fuera a
los
aterrados nativos, ¿cómo iba él a imaginarse que
ese drama
pudiera repetirse en su nativa isla de Puerto Rico? Apenas
habían pasado
diez años desde la experiencia de Vietnam, cuando una
invasión
similar en casi todos los aspectos hizo salir de sus casas a unas
trescientas
familias en la comunidad de tierras rescatadas de Villa Sin Miedo. En
menos de
hora y media, quinientos policías habían saqueado y
quemado sus
residencias y posesiones.
Roberto, en su papel organizativo, se había envuelto
en la laboriosa
tarea de distribuir tierras a las familias necesitadas, trazar
carreteras,
coordinar labores de voluntarios, instalar tendidos eléctricos,
plantar
tuberías y construir casas con cuanto pedazo de madera
podían
encontrar.
Roberto había fomentado un programa de
educación de adultos en
la pequeña escuela de la comunidad, consiguiendo maestros del
cuerpo
estudiantil y la facultad de la Universidad de Puerto Rico. Habiendo
estudiado
sicología en el Passaic Junior College de New Jersey y en la
Universidad
Interamericana de Puerto Rico, él sentía que era muy
importante
que la comunidad desarrollara conocimientos básicos, conociera
sus raíces
nacionales y aprendiera a practicar sólidas y positivas
relaciones
humanas.
Nosotros volvimos a acampar en la nueva localidad. Esta
había sido
comprada después de la destrucción de Villa Sin Miedo y
estábamos
impresionados con el progreso alcanzado en limpiar el terreno,
construir, y en
algunas casos, agrandar sus casas, plantar huertos de vegetales,
jardines y
desarrollar industrias caseras. Una porción del terreno
había
sido reservada para parques, escuelas, áreas comunales,
servicios médicos
y hasta un área para la crianza de animales. La comunidad de
Villa Sin
Miedo había llegado a su tierra prometida.
Roberto había sido herido en Vietnam al pararse sobre
una bien
disimulada trampa. Por ello, se ve constantemente acosado por
impedimentos físicos;
sin embargo, su influencia es fuerte en la creación de una
comunidad bien
unificada. Su visión pro independencia es mucho más que
política. El reconoce la necesidad importantísima de
deshacerse de una vez y por
todas del sentido de dependencia y de desarrollar la autoconfianza, la
iniciativa propia y un modo de pensar positivo y creativo.
Encontrándonos en la communidad, escuchamos los
altoparlantes
anunciar un mitin en la tarde. "Yo no iría," declaró
Roberto, "si no se promoviera la participación general. Los
pueblos
pobres y los pueblos subyugados bajo el colonialismo, necesitan
liberarse a sí
mismos de las cadenas de la subordinación y desarrollar una
consciencia
respecto a sus propios poderes. El pueblo aquí ha comenzado a
dejarse oír,
a tomar sus propias decisiones, a formar sus propias reglas y
regulaciones, a
gobernarse a sí mismo." Roberto ve el proceso de
transformación
como un proceso de liberación. "Nosotros necesitamos hacernos
cada
día más humanos, más concientes de las necesidades
de
nuestros hermanos y hermanas de la comunidad. El hablar de
independencia no es
suficiente. Uno tiene que crear su propia independencia en su diario
vivir." El construir una comunidad libre, afirma, es como trazar un
plano sobre el cual
eventualmente se habrá de construir un Puerto Rico libre.
La comunidad de Villa Sin Miedo está gobernada por
unas dieciséis
comisiones que incluyen entre otras: la de finanzas, política,
agua,
transportación, carreteras, compras, construcción,
librería
y educación. Cada familia tiene dos votos en las decisiones de
las
comisiones. Allí no existen divisiones de clases, nadie
está
sobre los demás, todos son iguales, todas las opiniones son
importantes.
Paulo Freire, un educador brasileño que
inspiró el programa
educacional de Villa Sin Miedo, dijo en una ocasión respecto a
la
comunidad: "Pese a que he visitado más del 80% de los
países
del mundo durante mi exilio, nunca antes había visto una
comunidad como
esta que ha mantenido firmes sus esperanzas frente a tanta adversidad."
Y
por cierto, Villa Sin Miedo sigue en pie, gracias al idealismo de
Roberto y
otros que han trabajado junto a él, como una evidencia viva de
que las
relaciones humanas no pueden ser destruidas.
Roberto nos ha llevado a visitar otras comunidades de
terrenos rescatados y
ha compartido con ellas su interés de coordinar sus actividades
con las
de Villa Sin Miedo. Sus aspiraciones son las de promover el mismo
desarrollo
democrático en otras comunidades y fomentar un intercambio de
ideas que
puedan conducirles hacia una efectiva participación en la
economía
puertorriqueña.
La última vez que estuvimos mi esposo y yo en Villa
Sin Miedo pudimos
ser partícipes en un momento conmovedor: se izaba la bandera de
Puerto
Rico sobre la comunidad, y nos unimos a ellos en el canto de La Borinqueña.
En un reciente informe que Roberto nos envió sobre
los últimos
eventos de la comunidad, él nos habla de la instalación
de
talleres de trabajo, tales como de costura para las mujeres y de
carpintería
para los hombres. Ellos ya han comenzado a integrarse dentro de la
vecina
comunidad de Cubuy. También ya tienen formados equipos de
béisbol
y volleyball. El equipo femenino de volleyball
participó
en un torneo con otros cuatro equipos y obtuvo el campeonato ganando
doce de
catorce juegos.
Y nos escribe Roberto: "La comunidad continúa
creciendo, física
y espiritualmente. El procedimiento democrático ha ido
madurando. Luego
del huracán Hugo se ha construido un Centro Comunal y con apoyo
financiero de iglesias y otras fuentes se está reconstruyendo la
comunidad en general. El programa `Headstart' se ha desarrollado al
punto de
poder recibir niños de otras comunidades. El trabajo ha sido
arduo, mas
las satisfacciones de poder ayudar a liberarse a sí mismo de la
opresión
y el colonialismo nos recompensa satisfactoriamente."
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