Hermanas
Gutiérrez del Arroyo
"Tengo que llevarte a conocer unas amigas de don Pedro,"
me dijo
un día Isolina Rondón, antigua secretaria de Pedro Albizu
Campos. "A él le hubiera gustado que tú las conocieras."
Entrando y saliendo por estrechas calles, llegamos a la casa
de las cuatro
solteronas hermanas, cada una de las cuales posee un talento especial.
Mirta
Gutiérrez del Arroyo continúa dando clases de piano.
Dolores es
maestra jubilada de Escuela Superior, e Isabel es historiadora y
antigua
profesora universitaria. Carmen, muy alerta en los asuntos culturales y
políticos,
se preocupa de mantener en orden el hogar y de cuidar de las
necesidades de sus
hermanas. Ella fue la primera en recibirnos.
Aunque con buen dominio del inglés, Carmen dijo que
se sentía
mucho mejor expresando sus pensamientos en su lengua nativa. En
referencia a
los intentos de anglonizar a los puertorriqueños, ella
llamó esto,
el crimen de privar a un pueblo de su idioma.
"Isabel está muy ocupada y sus energías son
limitadas,"
nos advirtió Carmen. Pero Isabel apareció de pasada y se
desbordó
en historias de su amadísimo don Pedro. Sus principios
nacionalistas,
los cuales ella proclama tras la revolución del 1950, le
costaron su
trabajo de profesora en la Universidad de Puerto Rico, pese a sus altas
calificaciones, que incluían un doctorado en historia de la
Universidad
de México.
Isabel fue anticipada de la revolución de Octubre del
1950, cuando
don Pedro la llamó a encontrarse con él en la casa de un
cura
dominicano admirador de don Pedro. Durante las cuatro horas que ellos
estuvieron conversando, no se hizo mención alguna sobre los
planes de la
rebelión. Pero la reunión significó para Isabel
que algo
importante estaba por ocurrir. El levantamiento se efectuó meses
más
tarde. "Algo que tenía que suceder," proclamó don
Pedro, "aunque tuviéramos que luchar con las manos y alfileres."
Presintiendo que algo iba a pasar, la policía cercó la
casa de
don Pedro en donde lo atraparon y lo arrestaron.
Isabel nos habló del gran poder creativo de don
Pedro, de su
naturaleza mística y de su alegría innata. Durante su
último
encarcelamiento, recuerda ella, el yacía paralizado por un
infarto cardíaco,
desatendido por varios días y sin cuidado médico. Cuando
se le
concedió finalmente la amnistía en noviembre del 1964,
Isabel y
Carmen fueron a visitarlo. El no podía hablar. Con un
expresión
de tristeza y ansiedad en su rostro, él señaló con
el dedo
hacia el vestido negro que llevaba Isabel y asumió que
ciertamente
alguien había muerto en la familia. "No," le aseguró
Isabel, "todos están muy bien." De inmediato ella pasó
a darle detalles de todos los miembros de la familia. Entonces su
expresión
cambió a una de paz y resignación, imposibilitado de
poder
expresar sus sentimientos en palabras.
Estos recuerdos atormentaron intensamente a Isabel. Ella se
tuvo que
excusar y regresar a su trabajo de investigación y
redacción de un
libro sobre la historia de Puerto Rico. "Ella debe conservar sus
energías,"
explicó Carmen. "Las memorias sobre don Pedro le afectan
muchísimo."
Como historiadora, Isabel considera que "la oportuna
aparición
histórica de don Pedro fue providencial, ya que Dios en su
magnificencia
concede a las naciones en crisis, la luz de una estrella
resplandeciente que les
ilumina y las libra del no conocer su destino." Para ella, Albizu fue
un
apóstol, un profeta, un maestro, además de un
revolucionario.
Un honor recientemente brindado a Isabel, fue la
dedicación del salón
de la colección puertorriqueña de la Universidad
Técnica de
Bayamón a su nombre. Ella fue elogiada como una de las
principales
intelectuales de Puerto Rico y de las primeras investigadoras
científicas
del país. Ella fue nombrada por "la conservación de
nuestra
nacionalidad, nuestro idioma español y la eventual
integración de
este país latinoamericano, dentro del conglomerado de nuestras
naciones
soberanas, llevando a la realización el sueño de
Bolívar." Su archivo con cientos de miles de tarjetas
coleccionadas durante treinta años
de investigación, es una bibliografía de todas las
áreas
históricas que tienen alguna relación con la historia
nacional de
Puerto Rico, una guía única hacia los conocimientos
básicos
de la historia cultural, política, económica, espiritual
e ideológica
de Puerto Rico.
Las cuatro hermanas han continuado siendo católicas
devotas como lo
era don Pedro, pese a la falta de respaldado hacia la causa por la
independencia
de parte de los cinco obispos católicos de Puerto Rico. Mientras
tanto,
ellas, escribiendo, hablando y participando en marchas, proclaman su
incesante
afán por la independencia de su tierra riqueña.
Mientras Carmen nos servía harina de maíz,
bizcocho de coco y
helado de acerolas, citaba las palabras de don Pedro: "En Lares,
machete en mano, el jíbaro escribió con sangre,
`¡Somos
puertorriqueños!'"
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